miércoles, 1 de junio de 2016

MANSIONES DE LA LOCURA, BY PRINCI

22 de Agosto de 1929, Arkham Massachussets.

Diario de Joe Diamond, detective privado.

El whisky ha sido mi más fiel compañero desde que me hice detective. Ha arrojado luz sobre muchos problemas, ha conducidos mis pasos, ha desenfundado mi arma, sustituyendo al auténtico valor, tantas veces que quizás debiera indicar la marca en el letrero de la desvencijada puerta de mi despacho. Ahora, como todo buen compañero, intenta hacerme olvidar y consolarme(casi siento sus palmadas en la espalda) por lo ocurrido ayer en la tenebrosa residencia de Walter Lynch.

Fue curioso como me entregaron el caso: al parecer, Walter era un importante hombre de negocios, de los que llevan billetes de tres cifras en los bolsillos, y gente que hace el trabajo de la casa por ellos. Así al menos me lo presentaron en el despacho de uno de sus socios, preocupados por su ausencia. Siendo quien era, su desaparición movía dinero en direcciones nada deseadas, y la sociedad había decidido contratar no uno, sino un pelotón de "investigadores" para contactar con él y prestarle ayuda si fuera necesario. Así me ví rodeado por mis nuevos compañeros: una dama nada agraciada de mirada atenta llamada Gloria Golberg, famosa en algunos circulos por sus libros de temática ocultista, un enorme matón de parecer barriobajero llamado Michael McGlen, el cual portaba una funda de viola, aún teniendo las manos toscas y nada cuidadas para tocar dicho instrumento, y una hermosa muchacha vestida exquisitamente de nombre  Jennifer Barnes, que fumaba cuidadosamente usando una boquilla hecha de marfíl.

Nos dieron poca información, salvo los planos dela casa y un pedazo del supuesto diario de la víctima. Fué una sorpresa para mí ver que en el plano(dibujado al parecer por un párbulo) ver la localización de un laboratorio, cómo otra habitación más de la casa. Aún cuando fuera un científico o médico(lo que sabíamos no nos llevaba por ese camino), Walter debería haber gastado bastante dinero para construir aquello.

El trozo de diario fué revelador en ese aspecto: al parecer, Lynch había sufrido la trágica muerte de su  hijo por enfermedad, y digo trágica con  todo el significado de la palabra, pues despues de recorrer el mundo buscando una cura, ni siquiera pudo acompañarlo en su lecho de muerte. Al tiempo, su diario revelaba que su mujer también había caído enferma. Leyendo entre lineas, Golberg y yo convenimos en que el escritor no se encontraba ya muy cuerdo.

Cuando llegamos a la finca, una mansión destartalada y abandonada tan sólo iluminada por la tenue luna, todos estabamos apropiadamente armados. McGlen había sacado un arma imponente de la funda de viola, yo llevaba mi vieja automática, y hasta Barnes esgrimía otra pistola de similar potencia. Sólo Golberg parecía no llevar nada para protegerse, así que decidí acompañarla de cerca para mantenerla a salvo.

El vestíbulo era amplio y tenebroso. Un viejo reloj de pared marcaba las nueve de la noche, y una multitud de puertas nos abría un mundo de posibilidades que ahora se nos antojaban amenazadoras. Resolví ir al laboratorío con Golberg mientras McGlan y Barnes inspeccionaban el ala oeste de la mansión en busca de nuestra víctima.

Cuando llegamos al laboratorio, el olor de la sangre nos rodeo en un abrazo humedo  y cálido con sabor a metal. Sobre la mesa de operaciones había un pobre diablo despellejado en vida, que al vernos no s tendió algo envuelto en un pañuelo ensangretado.

-Sólo buscaba pasar la noche en paz....tomad....le quité esto cuando se fué.....pero ya no tengo fuerzas....

Fue su último estertor. Ninguno de los dos nos esperabamos algo como aquello. Me quedé tan callado y sobrecogido como ella, y así nos encontró Walter cuando entró en la habitación con un hacha ensangrentada en la mano.

Viendo el delirio en sus ojos, ordené a Golberg que huyera mientras abría fuego, torpemente, contra la figura enloquecida que enarbolaba el hacha como las coristas enarbolan los más ligeros complementos. Tal y cómo salió por la puerta apareció Michael, y juro que lo entendí perfectamente cuando dejó caer su arma como reacción de la mirada que Lynch le dirigió. Hasta una persona sin alma se sobrecogería ante aquellos dos pozos de hambre y locura.

Por  más que disparabamos y golpearamos a Walter, no caía. Parecíera que no le hacíamos nada, así que resolvimos huir de nuevo al vestíbulo, atrancando la puerta lo mejor que pudieramos, sabiendo que en tan poderosas manos, el hacha abriría camino en poco tiempo.

El vestibulo estaba oscuro como boca de lobo. Gloria se acercaba con un desvencijado farol que alumbraba la estancia, y Jenny con algunos objetos más que había encontrado. Nos dirigimos juntos a la segunda planta de la mansión, oyendo como el metal iba destrozando la madera una vez, y otra, y otra...

Cuando llegamos al pasillo que daba a las distintas habitaciones, buscando que podría hacer aquello a Walter, vimos algo....

Mi mente está turbia, pero creo que todavía puedo recordar la verdad. Edith Lynch,  amada esposa, había tenido un destino peor que su marido, peor que la muerte, y venia a dar testimonio de ello.... muerta y podrida, con un titubeante caminar y un ansía homícida en los ojos.

Dimos cuentas de la criatura con las armas que nos quedaban, y mientras vigilabamos la entrada del pasillo, Golberg, sorprendida, sacó de los harapos del pobre desgraciado del laboratorio una reluciente llave de plata. Pude ver como a Jenny se le iluminaba la mirada, y rapidamente nos guió hasta la puerta del dormitorio principal. La cerradura era del mismo material y talla.

Entramos como una tromba en el dormitorio, el cual aunque había sido bonito e incluso confortable, ahora tan sólo aparentaba ser la guarida de un psicópata. Ésto mejor no lo describiré.

Encontramos otro diario, más actual, con una letra distinta a  el que nosotros teníamos, en el que sólo había unas pocas palabras garabateadas. Indicaba que los resultados del estudio habían sido enterrados en el sótano, y a un margen unas extrañas palabras. Después de pasarnos la inscripción, fué McGlen el que dijo:

-Es escocés gaélico. Parece algún tipo de orden, o quizás una contraseña.

Para ir al sotano, teníamos que volver al vestíbulo, el cuál seguía igual de oscuro, y aunque Walter parecía haber desparecido, su recuerdo fue suficiente para intentar buscarle antes de que él nos encontrara. Nuestras perquias fuweron infructuosas, salvo por un enorme escopetón, que Golberg encontró en una zona del laboratio prematuamente abandonada por el atauqe.

Cuando descendimos por las oscuras escaleras al sotano, vimos algo más que no pudimos entender. Deltante de donde la escalera acababa,una losa gris, como un muro de un material extraño, con formade rostro de hombre, nos miraba de manera totalmente inexpresiva.  Entonces, con un sonido que a todos nos asustó, e inesperadamente fuerte en medio del silencio de aquella demoniaca mansión, oímos al reloj dar las doce.

Nos sacó del pasmo, y rapidamente McGlen, dirigiendose al extraño vigilante, pronunció las palabras en irlandés. Y juro, por Dios que sí, que la cara NOS SONRIÓ, Y EL MURO SE HIZO A UN LADO PERMITIENDONOS EL PASO.

Sólo hay dos palabras capaces de describir lo que vimos entonces: fosa común. Pilas de cuerpos aquí y allá, pudriendose acompañado del zumbar de miles  de insectos.

Venciendo nuestro asco y temor, buscamos por allí. Fue fácil encontrar el librito. Aquél maldito y condenado libro, que nos reveló lo que nunca nos hubieramos atrevido a creer. Walter ya no existía: tanto su mujer como  su hijo murieron por un virus necrófago, que había dominado despues el cuerpo y la mente de Walter,m convirtiéndolo en una marioneta para llevar a cabo sus designios.

Y en ese momento, dios sabe por qué, la criatura que antés había sido un hombre de negocios que amaba a su familia, gritó con una voz ed más haya de las profundidades del infierno:

-¡Vamos, hermanos, debemos  alimentarlo! ¡Alimentarlo, con su carne!

Un coro de gemidos y grito desalmados, recorrió toda la casa de arriba abajo. Sin mediar palabra, corrimos hacía el vestibulo, dispuestos a abandonar aquél maldito lugar para siempre. En nuestros ojos, la locura y la desesperanza eran ya patentes.

Fuimos demasiado lentos... Cuando lelgamos al vestibulo, pudimos ver, gracias al farol que Golberg feurtemente asía, una horda de cadaveres que se dirigía a nosotros, con "aquel" Walter Lynch a la cabeza. Aquél demonio sonreía, sabiendo que el sustento que ansiaba lo tenía a tan sólo unos pocos pasos.

No recuerdo nada de aquello. El caos, tanto por el movimeinto, cómo poro el sonido de las armas, siendo disparadas frenéticamente a la buscqueda de un camino a la salida entorpecen mi mente. Tan sólo recuerdo sentir la lluvía  fría sobre mis hombros, el calor que emitía aún el farol apagado por el agua en la mano de Golberg.... Y los gritos de McGlen y Barnes siendo devorados vivos por la horda.

Me dí la vuelta jsuto para ver como algo salía de entre los cadaveres que remataban a mis camaradas. Una silueta oscura y enorme, visible aún en las tinieblas, cerró de un portazo las puertas de la mansión. El virus había conseguido lo que necesitaba: sustento. Y cuando todo se calmó, oímos al reloj de pared dar la una de la mañana.

Esta es la última entrada de este dario.  Lo dejaré en un paquete cerrado a la entrada del camino de la casa Lynch, para advertirte a tí, y a aquellos que te sigan, que no debes seguir. Huye, como yo haré ahora. Me cambiaré de nombre y de país, pues me estremezclo de pensar que sea lo que fuera aquello que nos cerró la puerta, conoce mi rostro, y más tarde o más temprano, volvera a tener hambre.

2 comentarios:

  1. El bloge de la semana pasada, cortesía de Alberto. Me ha encantado!!

    ResponderEliminar
  2. Buenísimo. Sólo he echado en falta el donut.

    ResponderEliminar